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EL RITUAL


-         Cristóbal, ¿ Te saco la túnica negra o la roja ?
-         La negra cariño. La roja es para las ceremonias de iniciación y hoy es un rito de admisión.
-         Claro, como si yo tuviera que estar al tanto de todos los líos de tu trabajo. Además, tampoco es que me cuentes mucho y sal ya del cuarto de baño que al final vas a llegar tarde.
Cristóbal terminó de afeitarse en silencio y se impregnó de su mejor colonia. Abrió el cajón de la cómoda y tras un breve vistazo dijo con cara de fastidio – Lourdes ¿ donde está mi colgante con la cruz invertida ?
-         En su sitio amor – contestó ella con una sonrisa en su rostro.
-         Estoy mirando y en su sitio no está.
-         ¿ Tengo que ir yo ?
-         No, espera, estaba aquí.
Lourdes terminó de planchar la túnica negra y la puso bien estirada sobre el sofá para que no se arrugara. Sabía que para su marido hoy era un día importante y era normal que estuviese nervioso.
Llevaba años esperando que llegara este momento y en el fondo ella estaba muy orgullosa de él. De repente recordó algo.
-         A ver si con las prisas te vas a dejar el tarro de sangre en la nevera.
Cristóbal terminó de remeterse la camisa e introdujo la daga ritual en la funda de su cadera, se puso en el dedo corazón el anillo con el pentáculo y contestó:
-         Tranquila cielo. No se me olvidará. Es fundamental para hoy.
-         Por cierto –preguntó ella - ¿ Era imprescindible que fuese humana ?  ¿ No valía de pollo ? Te advierto que a tu hija no le ha hecho ninguna gracia lo de los pinchazos y está de un humor de perros.
-         Ya te lo expliqué Lourdes. Tiene que ser humana. Tú estás segura de que la niña es virgen ¿ no ?
-         Todo lo segura que puede estar una madre.
-         Es que ya tiene 16 años y puede que nos oculte lo de algún novio. Podías haber buscado alguna un poco más joven.
-         Pues mira amor, hablé con tu hermana a ver si me dejaba a tu sobrina, pero me dijo que con 6 meses que acaba de cumplir era demasiado pequeña para sacarle tanta sangre.
-         Tampoco hubiese valido. Ya te dije varias veces que la virgen tenía que haber tenido al menos una menstruación. Y que había que sacarla con luna llena, porque ¿ la sacaste con luna llena verdad ?
-         Llenísima – contestó ella. – En ese momento sonó el interfono y lo descolgó.
-         Cristóbal, es el vigilante de la garita. Dice que tu coche acaba de llegar.
-         Dile que salgo enseguida.
Salió de la habitación ya completamente vestido y preparado. Cogió su portafolios de piel de ternera sacrificada mirando al Este y besó tiernamente a su mujer en la mejilla.
-         No me esperes hoy a comer. Llegaré tarde.
-         Te esperaré despierta. Estoy orgullosa y quiero que hoy disfrutes plenamente de tu día.
-         Gracias cariño. Estoy algo nervioso pero se me pasará y seguro que todo saldrá bien.
El chofer uniformado esperaba de pie junto a la puerta trasera del lujoso vehículo y, cuando lo vio aparecer, la abrió al mismo tiempo que respetuosamente se despojaba de su gorra.
-         Buenos días señor.
-         Buenos días – contestó él.
Esa fue toda la conversación durante el trayecto, que no duró más de 15 minutos.
A la puerta del edificio lo esperaba un lacayo de la Orden, que tras darle los buenos días y felicitarle por el nuevo status que estaba a punto de adquirir, lo introdujo en el salón donde iba a tener lugar el acto.
Cristóbal comprobó orgulloso que todos estaban allí, de pie y esperándole. El Gran Maestre de la Orden (que lo abrazó al tiempo que le daba el “osculum infame” de rigor), el Chambelán Mayor, Los Caballeros Iniciados y algunos acólitos menores.
Había estudiado el protocolo varias veces y lo sabía de memoria. Caminó teatralmente despacio hacia el Altar donde estaba el Gran Libro repujado en oro y depositando su mano derecha sobre él, pronunció el Juramento que iba a cambiar su vida y no solo la suya. La de millones de personas también:
-         Juro por mi conciencia y honor cumplir fielmente las obligaciones del cargo de Ministro de Hacienda, con lealtad al Rey, y a guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, así como mantener en secreto las deliberaciones del Consejo de Ministros, etc... etc....
Y son esos etcéteras los que deberían realmente darnos miedo a todos.


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