(Para la primera niña a la que le conté un cuento....... y se lo creyó)
Ocurrió
una vez, en una tarde de otoño descolorida, que una pequeña Princesa paseaba
aburrida por las cocinas de Palacio.
Entre
una montaña de sartenes y cacerolas sucias, docenas de doncellas de la Corte se
afanaban en limpiar, fregar y restregar con jabón y arena sin percatarse de su
presencia ni prestarle atención alguna.
En
ese mismo momento, un ratoncito que vivía en un agujero a ras de suelo de uno
de los muros, se deleitaba olisqueando un trozo de queso que había conseguido a
base de paciencia y habilidad.
La
Princesa estaba muy triste, condición esta que parece denominador común en
todas las Princesas de todos los tiempos habidos y por haber. No está, sin
embargo, muy documentado el estado anímico que adquieren cuando se convierten
en Reinas. Sobre Reinas se ha escrito muchísimo menos.
La
tristeza de la Princesa, era tan intensa y profunda que emanaba de todo su
cuerpo a raudales y con tanta fuerza que, al contacto con el aire, se
desplazaba en forma de una bruma tenue y casi viscosa.
Parte
de esa tristeza acertó a entrar por el agujero del muro donde el ratón, por el
contrario, se encontraba razonablemente feliz gracias a su trozo de queso. No
era una felicidad intensa pues había conseguido queso muchas veces antes y
sabía que podría conseguirlo muchas veces más.
No obstante disfrutaba del momento.
El
ambiente de su madriguera se llenó de aquella bruma triste y se impuso sobre el
delicioso aroma. Extrañado y confuso, siguió con su olfato aquel olor tan
inusual y se asomó precavido al exterior de su refugio, siguiendo ya con la
vista el rastro hasta localizar el origen de aquella emanación tan rara.
Ella
estaba sentada sobre una caja de verduras frescas, con la cara entre sus manos
y mirando a la nada, cosa que las Princesas saben hacer muy bien pero que es
muy difícil de conseguir, porque la nada nunca se está quieta en el mismo
sitio. El ratón se acercó cauteloso colocándose justo debajo y alzándose sobre
sus dos patitas traseras la miró embelesado.
-
¿
Pero qué tenemos aquí ? – preguntó fascinada la niña.
-
Soy
ratón... creo – contestó el roedor ladeando su cabeza y sin dejar de mirarla.
-
¡
Pero si puedes hablar ¡ ¡ No sabía que los ratones hablaban ¡
-
Bueno,
yo tampoco sabía que tú podías hablar hasta que lo has hecho-contestó el ratón.
El
interés de la Princesa creció tanto que el olor a tristeza, antes tan
intenso, comenzó disiparse.
-
¡
Qué cosa tan extraordinaria ¡ Si vienes a mis aposentos quizá podríamos jugar
juntos.
-
¿
Jugar ? – preguntó. ¿ Qué es jugar ?
-
Jugar
es.... jugar es... – vaciló la Princesa. ¡ Vaya ¡ No pensé nunca que tendría
que definirlo. Pues jugar es... hacer cosas juntos que nos diviertan a los dos.
-
¿
Habrá queso ?. A mí me divierte mucho el queso –contestó el roedor. A veces,
cuando no hay queso, un buen trozo de salchicha también me divierte bastante.
-
Oh.
Bueno – dijo la niña. No me dejan jugar nunca con comida de verdad. Pero tengo
muchos cacharritos y pequeñas cuberterías de madera y podemos imaginar que tomamos
el té y pastas. Incluso queso, aunque me parece que eso no va muy bien con el
té.
-
¡
Vaya ¡ Así que jugar es imaginar que comes queso. Pues yo ya tenía un trozo de
verdad y me estaba entreteniendo muchísimo con él, así que me parece que voy a
volver a mi madriguera a seguir divirtiéndome.
-
No,
espera –suplicó la niña poniéndose en pié – De verdad que lo pasaremos muy
bien, por favor, ven conmigo. – y empezó a caminar despacito hacia la salida de
las cocinas.
-
De
acuerdo. Si quieres... Pero no puedo estar mucho rato. Cuando caiga la noche
tengo que volver a la cocina a buscar los restos de comida que hayan podido
caer de platos y cacerolas, porque todos los días, en cuanto comienza a
amanecer, dos viejas desdentadas aparecen con sus escobas y se lo llevan todo
para ellas.
Caminaban juntos por un pasillo hacia la estancia de
la Princesa. Ella lo hacía despacio, mirando hacia abajo constantemente para
ver si el ratón seguía a su lado.
Cuando estaban a punto de doblar hacia el salón
principal, por la esquina asomó un gato
viejo y muy gordo, que al ver al ratón bufó y se preparó para saltar.
-
¡
Dios mío ¡ No me acordaba de Tiger. –dijo la Princesa.
-
Yo
tampoco. –gritó el ratón – y dando media vuelta comenzó a correr en dirección
contraria, hacia las escaleras que bajaban hasta las mazmorras.
En todos los castillos las mazmorras están por
debajo de las cocinas. Con esta distribución arquitectónica, se consigue añadir
un tormento más a los que ya sufren los presos, al llegarles los deliciosos
olores de los manjares que ellos saben que nunca van a probar. Además, se
mantiene vivo el interés y buen hacer culinario de los cocineros, al
recordarles donde irán a parar si el amo no queda contento con la calidad de la
carne del asado, incluso con la textura y el matiz de alguna de las salsas.
Parece que los castillos los diseñan siempre personas muy crueles.
El pequeño ratón bajó las escaleras como un
rayo, seguido por el minino que no
paraba de bufar y maullar.
-
¡
No Tiger ¡ -gritó la niña. ¡ No ¡ Déjalo, déjalo.
La carrera continuó hasta que el roedor, ya en las
mazmorras, se apoyó en la pared junto al calabozo del Barón de Grimaldi, que
estaba detenido por conspirar contra sí mismo. En aquella época conspirar
contra la nobleza era un delito atroz. Al Barón podría esperarle la horca.
Quizá algo peor si no cambiaba pronto de abogado.
Ratón, dándose la vuelta, encaró a Tiger que al llegar junto a él levantó amenazadoramente
su zarpa y tocando suavemente al ratón gritó...
-
¡
Tú la llevas ¡
-
No
seas tonto –dijo el ratoncito-. No podemos jugar a eso ahora, de día y con los
pasillos del castillo llenos de gente. ¿ Porqué me has perseguido ?
-
Tenemos
un trato.-contestó Tiger-. Si alguien te está viendo y yo estoy cerca, te
persigo. Luego te meto en mi boca dejando que sobresalga tu cola y me paseo de
esa manera ante los que te han visto. Así que ¡hála! Para adentro.-dijo
abriendo su bocaza.
-
Pero
nadie estaba chillando.-se lamentó el ratón. Ella me había invitado a que la
acompañase y caminábamos juntos.
Tiger
puso cara de confundido.
-
Yo
eso no lo sabía. Tenemos un trato y punto. No llegamos nunca a matizar en qué
situaciones debo correr tras de ti y en cuales no. Tenemos que seguir las
normas o terminarán descubriendo nuestro juego y, si eso ocurre, ya sabes lo
que pasará. Acuérdate del viejo Lupo.
Lupo
había sido el mejor mastín del Rey. Su olfato era legendario y ser invitado a
una cacería real era todo un honor, más por ver al chucho en acción que por
acompañar al Rey en su partida de caza. Aún hoy todos los animales de los
bosques cercanos cuentan historias sobre él. Hasta las piaras de jabalíes
llegaron a cambiar sus costumbres y diariamente se lavaban y acicalaban en los
ríos para intentar despistarlo. Era inútil. Lupo captaba siempre un olor muy
profundo a jabalí limpio. Ante tal agudeza olfativa, el líder de una de las
manadas que deambulaban por los maizales cercanos a las montañas, ideó una
estrategia que pensaba iba a mantener a salvo a toda la piara. No sirvió de
nada pues en la primera batida del año por aquella zona, Lupo encontró
enseguida el rastro de jabalí frotado en mofeta.
Pero
el mastín se hizo viejo y perdió su olfato. El Rey, lejos de agradecer tantos
años de leal servicio, lo sacrificó sin ningún remordimiento.
Tiger
era el gato de la Reina y se fiaba de ella aún menos que del Rey. Cuando
comprendió que sus facultades empezaban a decaer, convenció al ratón para
efectuar de vez en cuando aquella parodia. Con ello, seguía pareciendo útil e
implacable a la vista de todos y conservaba la vida. Y por su parte el ratón pensó
que se podría evitar que fuese sustituido por un gato mucho más joven y ágil
con lo cual también conservaba la vida. Todos contentos.
-
Me
acuerdo del chucho.-dijo el ratón.- Pero hoy debe parecer que no me has
alcanzado. Tengo que ir a verla y averiguar porqué huele tanto a tristeza.
-
¿
Tú también lo has notado ?.-preguntó Tiger.
-
¡
Pues claro ¡ Es un olor muy fuerte y me perturba mucho. ¿ Porqué será ?
-
Bueeeeeno....-contestó
el gato.- No creo que sea por un príncipe azul. Solo tiene nueve años.
-
¡
Qué vieja ¡ .-exclamó el roedor.
-
¿
Vieja ?. Querido amigo, puede que para un ratón sea una edad inalcanzable. Para
un gato te aseguro que es una edad interesante, pero para los humanos ella aún
es una cachorrilla.
En
ese momento y con un salto ágil, la Princesa apareció de su escondite tras una
pared.
-
¡
Menudo par de sinvergüenzas sois vosotros ¡-dijo mirando directamente al
ratón-. Vengo corriendo para intentar salvarte y os sorprendo en alegre
conversación.
-
¡
Rápido. A la boca !.-dijo Tiger.
-
Ya
no sirve de nada, gandul.-le recriminó la niña-. Si mi madre se entera de esto
tienes menos futuro que el pavo para la cena de esta noche.
-
¿
Pero no vas a decirle nada ? ¿ Verdad ?.-Por favooooor.-suplicó el gato.
-
Aún
no lo tengo decidido. De momento os venís los dos a mi habitación y ya
hablaremos de este asunto. Ahora sí ratoncito.-casi gritó la Princesa-. A la
boca de Tiger y caminando para arriba. Deja parte del rabo fuera como de
costumbre. Que sigan creyendo que es un gran cazador.
Para la niña fue aquella una tarde maravillosa. Por
fin tenía con quien hablar y jugar.
Para Tiger y ratón tampoco estuvo mal. Al principio
protestaron un poco pues creían estar ridículos con aquellos sombreritos de las
muñecas.
Que la Princesa se dirigiese a ellos con frases
como: -¿Quiere un poco más de té Baronesa Tiger? - ¿ Y usted Señora Mouse ? ¿
Otra pastita ?.- no contribuyó en principio a rebajar aquel estado de
ridiculez, pero finalmente rieron como condenados y lo pasaron estupendamente.
Ese día fue el del comienzo de una gran amistad
entre tres seres tan distintos. Pasaban juntos casi todo el tiempo, teniendo
cuidado para que su relación no fuese descubierta por nadie.
A veces, escondidos en una cesta, la Princesa los
sacaba del castillo e iban a pasear por el campo donde merendaban cerca de las
charcas que estaban detrás de la aldea y en las que familias enteras de ranas
cazaban insectos croando sin parar.
Tiger y ratón continuaron con su parodia. La
Princesa inventaba situaciones divertidas, llevando al roedor escondido en uno
de sus bolsillos y liberándolo en medio de las estancias donde trabajaban
doncellas y costureras. Tiger esperaba tras la puerta y cuando empezaban los
gritos histéricos aparecía como un héroe de leyenda, atrapando a ratón después
de una cómica persecución y saliendo después con él en la boca entre los
aplausos y vítores de las damas, seguido de la niña. Ya después y en su
habitación, reían recordando las caras de terror que habían puesto.
Pasó el tiempo y contra todo pronóstico Tiger fue el
primero en morir. Ratón fue a buscarlo una mañana y creyó que aún dormía en su
cesta. Pero no pudo despertarlo.
Fue en busca de su amiga que enseguida comprendió la
situación. Con lagrimas en los ojos y tomándolo con suavidad entres sus manos,
lo acarició contra su mejilla mientras le susurraba al oído: -Ya no está con
nosotros.
-
No
lo entiendo.-dijo el ratón. Siempre
pensé que yo sería el primero. Los ratones viven menos que los gatos. Quizá nos
mintió sobre su edad, ya sabes que era muy presumido.
Mientras
tanto, en ese momento y en el cielo de los animales....
-
Tiger
¡ viejo zorro ¡ Hace 15 minutos que sabía que venías. Pude oler tu alma
mientras subía hasta aquí.
-
¿
Lupo ? ¡ chucho pulgoso ! ¿ Pero qué
haces aquí y qué sitio es este ?
-
¿
De verdad necesitas que te lo diga ?.-respondió Lupo.
-
Pensándolo
bien creo que no es necesario. Puedo imaginarlo. Por cierto, aquél día, ya
sabes, cuando el Rey..... bueno.... Todos nos quedamos muy sorprendidos, aunque
no tanto como tú supongo.
-
No
creas. La verdad es que ya hacía algún tiempo que me lo venía oliendo. Venga,
vamos. Me han encargado que te presente a todo el mundo. Podemos tardar años
pero aquí el tiempo no tiene ninguna importancia.
-
Algo
de eso me temía yo.-dijo Tiger.
-
¿
Por cierto ? -Lupo agachó la cabeza
hasta dejarla a su altura- ¿ Sigue sin gustarte el agua ?
-
Para
nada.-contestó el gato.
-
De
acuerdo. Dejaremos los peces para el final.
Ratón
y la Princesa, después de algunos días tristes en los que el roedor volvió a
captar en la niña aquel olor profundo que notó cuando la conoció, empezaron a
sobreponerse. Estaban más unidos que nunca y se pasaban tardes enteras
recordando las anécdotas más divertidas que Tiger había protagonizado.
Enterraron
a su amigo a la orilla de las charcas donde tan buenos momentos pasaron juntos.
No pusieron ninguna lápida, pero sí rodearon su tumba de la flor preferida de
Tiger: margaritas.
Ratón
estaba un poco preocupado por el asunto, pero a la Reina no le dio tiempo a
sustituir a Tiger por un nuevo felino. Murió víctima de unas fiebres.
El
Rey no tardó en seguirla y entonces, la Princesa, que ya no era tan niña, se
convirtió en Reina.
En
aquellos tiempos no estaba bien visto que una mujer gobernase sola un reino. En
estos tiempos mucha gente tampoco lo ve bien, pero al menos ahora no se atreven
a decirlo.
El
Consejero principal empezó a rondar a la nueva Reina cada vez con mayor
insistencia, presentándole multitud de posibles candidatos para un matrimonio
que, según decía, no era solo conveniente......era absolutamente necesario.
El
favorito del Consejo era el hijo del Barón de Grimaldi, que había heredado el
título de su padre cuando éste fue guillotinado junto con su abogado.
La
nueva Reina daba largas al Consejo. Ponía excusas de todo tipo y mientras tanto
se lamentaba ante ratón de lo pesados que se estaban poniendo todos en la corte
con eso del casamiento.
-
Pues
no te cases. –contestaba él. Ahora eres
la que manda ¿ no es cierto ?
-
Bueno...
sí, en teoría. ¡ Pero no es tan
sencillo ! Aún casada yo seguiría siendo la Reina y quién decidiese en todos
los asuntos del reino, pero se supone que una de mis obligaciones... de mis
responsabilidades.... ya sabes, tengo que asegurar la sucesión y todo eso.
-
¿
Un chiquillo ? ¿ De veras que es obligatorio ?
-
Al
menos debo intentarlo –contestó ella. Y para eso necesito un marido porque
intentarlo sin uno está muy mal visto. No renuncio a ello, por supuesto, pero
no quiero que me sea impuesto con prisas. Quiero poder elegirlo yo cuando
llegue el momento.
-
Hazlo
así pues –le dijo ratón mirándola con desafío.
-
No
me van a dejar en paz y lo sabes. Algo tengo que hacer.
Los
dos se quedaron callados, pensando y con la mirada perdida. Después de un rato,
ratón preguntó:
-
Muy
bien. Tienes esa responsabilidad, lo entiendo pero.... ¿ y si no funciona bien
?
-
No
entiendo lo que quieres decir –le dijo ella extrañada.
-
Bueno,
lo que quiero decir es que puede que el asunto no lleve a la consecuencia
deseada. Eso pasa a veces. Ya sabes que los ratones tenemos mucha descendencia
y, sin embargo, una prima mía que vive en la vieja cabaña de los maizales del
este nunca ha tenido una camada.
-
¿
Y porqué tiene que estar el problema en tu prima ? –le contestó ella
indignada-A lo mejor el problema es de tu primo – añadió con sorna.
-
Es
de ella, créeme.
-
¿
Como puedes estar tan seguro ?
Ratón
la miró con cara de fastidio – Porque primos ya voy por el séptimo.- contestó.
La familia está agotada de tanta boda. Los maizales del este están lejos.
La
nueva Reina sonrió divertida.
-
Ah
–dijo- Entonces seguramente es tu prima. Ya veo por donde vas. De acuerdo,
puede ocurrir. Pero ya te he dicho que no estoy dispuesta a intentarlo de
momento y menos por esa vía.
-
De
acuerdo con eso. Pero solamente y por un momento imaginemos que ya está hecho y
pasa el tiempo y.... bueno ¡nada! . Lo que me pregunto es lo que ocurriría
entonces.
Ella se quedó pensando durante un rato.
-
Hay
precedentes, aunque algo lejanos.- contestó.-Lo normal es tender a pensar, por
lo menos al principio, que el problema estaría en el de menor rango, así pues
el Consejo empezaría a insistir en que debo pensar en un nuevo “primo”,
repudiando al “primo” anterior, el cual y desde ese momento viviría un retiro
forzado pero glorioso con una pensión estupenda y cargado de títulos muy
rimbombantes.- Ah! –continuó.-Y muchos de mis tíos viven lejos, junto al borde
de los lagos de hielo. Así que mi familia también acabaría agotada.
-
Pues
ahí lo tienes.-dijo ratón con cara de felicidad.
-
¿
No entiendo?. ¿ Qué es lo que tengo ?
-
Pues
la solución niña ¡ Si funcionó una vez con Tiger y conmigo no veo porqué no va
a funcionar de nuevo.
-
¿
No querrás decir..... ? Oh¡. Sí. Lo estás diciendo. Pero es una locura!!!
-
No.
Con el candidato adecuado es una solución.
El
Consejero principal alisó su ropaje y enderezó su ridículo sombrerito antes de
llamar a la puerta de la Sala del Trono.
-
Pasa
–dijo la Reina.
-
Me
habéis mandado llamar mi señora. ¿ En qué puedo serviros ? –La reverencia que
hizo a continuación se quedó, a juicio de la Reina, algo corta.
-
Convoca
al de Grimaldi. Quiero que se presente mañana temprano.
El
hombre la miró extrañado y a la vez esperanzado.
-
¿
Quiere eso decir...?
-
Sí.
He decidido tener en cuenta lo que tú y esos otros pesados del Consejo lleváis
tramando desde hace algún tiempo.
-
Mi
señora –dijo él esta vez con una reverencia capaz de destrozar riñones. –El
reino respirará aliviado. La gente empezaba a murmurar.
-
Pues
que cesen los cotilleos.-gritó la Reina enfadada. – Y haz lo que te he dicho.
Que salga al paje con el mandamiento de inmediato.
Ratón
y la Reina estuvieron ese día hasta muy tarde charlando y tomando té con
pastas, ahora ya podían jugar con comida de verdad. Ella estaba preocupada y
ratón lo notaba.
-
Tranquila.
Todo saldrá bien. Si ese mozo sabe lo que le conviene aceptará de buen grado lo
que le propongas. Además.- continuó – después de lo de su padre a toda su
familia la miran por encima del hombro. Emparentarse con la realeza pondrá fin
a eso.
-
Si,
claro.- dijo ella- pero ratón................ ¿ funcionará ?.
Y
funcionó. A la mañana siguiente, el de Grimaldi escuchó asombrado y con la boca
abierta la propuesta de la Reina. Su asombro casi se convierte en terror
cuando, por detrás del trono, apareció un ratón que le gritaba:
-
¡
Cierra la boca chaval ¡ Que me trae recuerdos de un viejo amigo y me están
dando ganas del saltar dentro. Escucha con atención lo que tu Reina te está
proponiendo y valora tus opciones.
Pasaron
los años y lo que la Reina confiaba en que algún día ocurriese........ pues
ocurrió. Y la casualidad (que es muy traviesa) y el destino (que es un guasón),
se aliaron para que la chispa no viniese de lejos.
El
Barón de Grimaldi, Portavoz del Consejo Real, General de los ejércitos, Protector del Reino y Rey Consorte, cumplió
con tanta prudencia y sensibilidad el acuerdo al que había llegado con la
Reina, que primero se ganó su confianza, luego su amistad y finalmente su
corazón.
Ratón
no vivió bastante para verlo. Antes de que en ellos naciese esa chispa su llama
se apagó. Se reunió con Tiger y Lupo una mañana de verano. La Reina lo encontró
en las charcas, acurrucado junto a la tumba de su amigo y allí mismo lo enterró
con un gran trozo de queso. A Ratón no le gustaban las flores.
Pasaron
unos cuantos años más. Vivian felices y enamorados pero...... la traviesa y el
guasón volvieron con sus bromas. Nunca tuvieron hijos.
En
el cielo de los animales, tres pares de ojos contemplaban desde lo alto el
mundo de los mortales.
-
Me
estaba oliendo que esto iba a pasar. –dijo Lupo.
-
Puede
traer problemas. –añadió Tiger preocupado-. Ella lo quiere y no va a dejarlo
por mucho que el Consejo Real se empeñe.
-
¡
Tenemos que ayudarla !.-dijo Ratón decidido.
-
¿
Y como vamos a hacer eso ? –preguntó Lupo.
Ratón
susurró algo al oído de su amigo.
-
¡
Estás loco roedor del demonio ! Tiger ¿ has oído eso ?
-
Bueeeeeno
–dijo Tiger-. Ya ha funcionado dos veces, así que................
Pero
esa es otra historia.
F I N (de momento)
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